Summary
“Incluso si es mi hija, todavía no puedo amarla”.
El día que puso fin al matrimonio contraído durante cinco años y llenó los papeles del divorcio, Hillia dejó Kalligo sin pensarlo dos veces.
Dejando con él el subproducto del matrimonio contraído, su hija.
Hillia Hales era una mujer más fría, más egoísta y más malvada que nadie.
[Aquí está la pensión alimenticia. Como ya no necesito esto, te lo entregaré.]
Eso era lo que él pensaba, hasta que le cedió la propiedad baronial que ella tanto codiciaba y desapareció.
***
Hillia estaba segura de que sería indiferente. Sobre dejar a la niña y sobre abandonar al hombre que le provocaba entusiasmo.
“Madre, no es necesario que lo hagas. Ricardo sólo vendré alguna vez. Ricardo te cuidará mejor…”
En realidad, ella era indiferente.
Ella también lo habría sido en el futuro.
Si tan solo la niña cubierta de tierra no apareciera de la nada después de cuatro años y le dijera tal cosa.
“¡Entonces…!”
Las lágrimas rodaron por las mejillas de la niña.
Hillia se alejó de la niña, que corría hacia ella con los brazos abiertos.
No podía ser una buena madre ni amar a nadie.
“Mi bebé, hay cosas en el mundo que simplemente no puedes amar”.
Entonces, después de dejar ese único comentario, ella se dio la vuelta.
Fingiendo no notar la mirada inquebrantable frente a ella.